El cold brew se convirtió en una bebida que cruza las estaciones: pensado para la primavera y el verano, se toma también en otoño y en invierno.
Es un café filtrado a temperatura ambiente durante horas ( entre 12 y 24 hrs ) que después se sirve bien frío y mantiene todas sus propiedades, con un gusto aterciopelado.
Pero lo distinto esta en su preparación: se usa agua a temperatura natural, a diferencia de las demás infusiones que se filtran en caliente.
En el cold brew la extracción es lenta y produce un líquido oscuro, denso e intenso que después se diluye con agua fría ( o caliente ) o leche, al que a menudo se agrega hielo y se puede conservar refrigerado durante dos semanas.
Tienen bajos niveles de acidez y un sabor muy lavado porque ciertos aceites y ácidos grasos sólo se liberan por la acción de las temperaturas altas: así, el agua natural extrae los sabores más nítidos mientras ignora la amargura de los aceites y el picante de los ácidos grasos.
El cold brew se bebe casi como un té helado o un agua saborizada y en las temporadas de calor persigue un fin refrescante además de estimulante.
Para la preparación se usa café molido muy grueso, pero aquí la molienda y el agua nunca entran en contacto directo.
Se venden unos tipos especiales de cafeteras que son como dos jarras apiladas: en la de arriba se coloca el agua a temperatura ambiente; en el medio, en una canasta con un porta filtro, se disponen los granos molidos sobre los que el líquido cae lento, gota por gota; en la jarra de abajo se aloja el café ya preparado, después de un día.
Así se evita la sobre extracción ( y con ella, los sedimentos indeseados ) y se cumple la promesa de una bebida nítida, clara y naturalmente dulce: ni amarga ni astringente, pero aun así con un retro gusto perdurable que deja sabor a café en la boca durante una mañana de primavera, verano, otoño o invierno.